Antes de "Huasipungo" ninguna novela había provocado en mi el irrefrenable reflejo de cerrar el libro ante la crudeza de lo narrado: un perro tragando las heces de su malograda ama, la indígena Cushi. Esta obra del ecuatoriano Jorge Icaza lleva al lector, tal vez inconscientemente, a realizar expresiones de repulsión y de asco. Pero esto no debe ser entendido como un demérito. Todo lo contrario. Pienso que una prueba de la calidad de un texto es que te haga sentir de una forma tan vívida lo que estás leyendo. Y esto lo logra, como pocos autores, Icaza en las breves páginas de esta su principal obra.
En cada página de esta novela se hace uso de un realismo brutal y, por ello, está llena de momentos duros y ásperos sobre el oprobio y la degeneración de la vida de los indios de la sierra ecuatoriana de los primeros años del siglo XX. La situación de inmundicia y pobreza que es su cotidianidad es retratada por Icaza de una manera cruda y sin anestesia.
Es notable cómo el autor expresa el sometimiento económico y moral, así como la pérdida total de la propia condición humana de los indios ante el latifundista (Alfonso Pereira), quien les permite vivir en un miserable pedazo de tierra (precisamente, el huasipungo) a cambio de sobras, de su propia dignidad y, por supuesto, de su gratuita fuerza laboral. Igualmente notable es la descripción que hace Icaza de las fechorías del promiscuo cura Lomas, quien se vale de la ignorancia e ingenuidad de los aborígenes para exigirles pagos que van más allá de sus posibilidades a cambio de su salvación espiritual o la de sus muertos, lo que solo logra que se endeuden cada vez más con el patrón (son exquisitos los diálogos entre el sacerdote y el indio Juancho Cabascango, así como entre aquel y Andrés Chiliquinga).
Valiosa novela indigenista ecuatoriana, "Huasipungo" tiene momentos brillantes, de una crudeza brutal pero hermosamente narrados. Uno de ellos es el desenlace de la obra, en el que se relata el fallido motín del protagonista Andrés Chiliquinga y los demás indios, al lastimero grito de ¡Ñucanchic huasipungo! (¡nuestro huasipungo!), y que termina con la muerte de muchos de estos y su definitiva expulsión para dar pase a las instalaciones de la empresa petrolera de capitales norteamericanos que ha negociado Pereira.
¿Cuánto habrá cambiado la situación de los indios ecuatorianos (y de América Latina, en general) desde el momento que se escribió "Huasipungo"? Probablemente no mucho. Pero más allá de las atendibles reivindicaciones sociales, esta obra de Icaza destaca por la destreza narrativa (el autor fue mejorando su obra durante los años posteriores a su publicación original). Por ello "Huasipungo" y un puñado más de novelas indigenistas destacan sobre la mayoría de obras de dicha corriente literaria, que adolecen precisamente de un tratamiento adecuado de la forma, lo que contribuyó a que sean rápidamente eclipsadas por el boom del realismo mágico latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX.
¿Cuánto habrá cambiado la situación de los indios ecuatorianos (y de América Latina, en general) desde el momento que se escribió "Huasipungo"? Probablemente no mucho. Pero más allá de las atendibles reivindicaciones sociales, esta obra de Icaza destaca por la destreza narrativa (el autor fue mejorando su obra durante los años posteriores a su publicación original). Por ello "Huasipungo" y un puñado más de novelas indigenistas destacan sobre la mayoría de obras de dicha corriente literaria, que adolecen precisamente de un tratamiento adecuado de la forma, lo que contribuyó a que sean rápidamente eclipsadas por el boom del realismo mágico latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX.
(Manuel Alberto Torres Carrasco)
Valoración: 7,5/10.
Primera edición: Imprenta Nacional, Quito, 1934.
Ejemplar leído: Cátedra, Letras Hispánicas (edición de Teodosio Fernández).
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